miércoles, 10 de febrero de 2016

Bajo el mismo cielo.


Hacía un sol precioso aquel día, lo recuerdo como si fuera ayer.
Quizá sea porque así fue, o quizá porque no dejo de pensar en mis mañanas sin olvidar el pasado.

Quiero que sepas que no me arrepiento de nada. Todavía no te conozco, pero tienes las pestañas más bonitas que me han acariciado en mi vida. Buceo en esos ojos azules que se clavan como el mar en las rocas, pero no duele.
No dueles.

Eres ese cactus que no puedo dejar que muera de sed, pero aún así siempre que le abrazo me hace daño
sin querer
me quieres.

Estoy aquí sentada mientras veo cómo duermes, estás tan a gusto que tienes la almohada empapada y joder cómo la entiendo.

Nos pasamos media vida buscándonos en otras bocas y sólo conseguimos partirnos los dientes en cada despedida. Me rehabilitaría las veces que hicieran falta con tal de que así me sonrías como sólo tú haces cuando nadie más mira, entonces me coges por la cintura y me sacas a bailar. Yo que sólo soy un desastre natural que se empeña en parecer artificial... Yo, que si de normal ando a ciegas, imagina el descontrol de mis tobillos cuando me tocas.

Sin querer, te quiero;
y tú, queriendo, amas todos mis monstruos y me dejo de asustar.


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