lunes, 28 de septiembre de 2015

INVIERNO OTOÑAL.


Siento el frío en las pestañas y mis párpados no dejan de querer estar cerrados
como todos los locales que visitábamos de niños.

Estoy jodida, y el tiempo se empeña en clavarme las agujas del reloj por la espalda,
como si no supiera yo esquivar esas traiciones.

Aprendí por ti.


Están lloviendo corazones y se cuelan en las alcantarillas que algún día visitaré.
Tenías razón, iba a echarte de menos
como quien echa de menos cargar su móvil cuando le queda un 3% de vida y espera la llamada de su amante para oír un "te quiero", sin argumento alguno.
Te echo de menos como el otoño echa de menos el color de sus hojas hijas.

Quiéreme suavemente, que me duelen las entrañas de tanto llorar en despedidas que prometían futuros con perdices.
Tranquilízame esta noche que todos mis monstruos se han vuelto en mi contra y ya no me quedan sacos con los que convencerlos para que se acurruquen de nuevo conmigo.


Te has marchado y el tiempo se ha parado para no dejarme avanzar
dice que no piensa acompañarme más, porque yo le dí la espalda a él queriendo detenerlo sólo por desear estar siempre a tu lado.

Y esto es lo único que soy capaz de decir,
sonrisas rotas que ya no pueden ser arregladas si no es con cualquier implante de mierda
creyéndonos así que volverá a brillar como si pudiera reemplazar la de verdad.


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